La Biblia nos asegura que Dios siempre escucha a sus hijos. Jesús dijo: “Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá” (Mateo 7:7). Esto significa que cada oración, aun la más sencilla, llega al corazón de Dios.

A veces pensamos que Dios no responde porque no vemos resultados inmediatos, pero la Escritura dice: “Y esta es la confianza que tenemos en Él: que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, Él nos oye” (1 Juan 5:14). Dios escucha siempre, pero responde en el tiempo y la manera que es mejor para nosotros.

Podemos estar seguros de que Dios nos escucha porque:

  • Él es nuestro Padre (Mateo 6:9), y ningún padre amoroso ignora la voz de sus hijos.
  • Jesús intercede por nosotros (Romanos 8:34), presentando nuestras súplicas ante el Padre.
  • El Espíritu Santo ora dentro de nosotros con gemidos que no podemos expresar (Romanos 8:26).

Como misioneros samaritanos, debemos vivir con la certeza de que nuestras oraciones sostienen la misión. Cada visita al enfermo, cada palabra de consuelo y cada gesto de amor es también una oración viva. Y aunque no veamos el fruto inmediato, sabemos que Dios actúa, porque Él prometió: “Clama a mí, y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces” (Jeremías 33:3).