Sacramento de la Confesión o Reconciliación

“Reciban el Espíritu Santo. A quienes les perdonen los pecados, les quedan perdonados; y a quienes se los retengan, les quedan retenidos.”
— Juan 20, 22-23

Nacer de nuevo en el amor de Dios

Un nuevo comienzo guiado por el Espíritu Santo

PAZ INTERIOR

El perdón que renueva el alma


El sacramento de la Confesión fue instituido por Jesucristo mismo, cuando después de su resurrección se presentó a los discípulos y les dio el poder de perdonar los pecados en su nombre. Es Cristo quien, por medio del sacerdote, otorga el perdón, sana el alma y reconcilia al creyente con Dios y con la comunidad.

Dios es quien perdona, el sacerdote es su instrumento

Existe un error común al pensar que “el hombre confiesa al hombre”. En realidad, es Dios mismo quien perdona a través del ministerio del sacerdote. El confesor actúa en la persona de Cristo, y su palabra de absolución es signo visible del amor invisible de Dios que limpia, sana y restaura.

FE

Volver al abrazo de Dios

El sentido profundo de la confesión


La confesión no es solo enumerar pecados, sino un encuentro personal con la misericordia de Dios. En ella, el creyente abre su corazón con humildad, reconoce sus faltas y experimenta el abrazo del Padre que siempre espera con amor al hijo que regresa.

Fe

El sigilo sacramental y el silencio sagrado


El sigilo sacramental es inviolable: el sacerdote nunca puede revelar lo que escucha en confesión. Este silencio absoluto refleja el respeto y la delicadeza de Dios hacia cada alma.
La confesión de boca es el acto en el cual el penitente expresa con sinceridad sus pecados, confiando plenamente en la misericordia divina.

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